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LOS NIÑOS QUE SUBIERON AL ARCO IRIS. Montse Cobas.




LOS NIÑOS QUE SUBIERON AL ARCO IRIS.

Era un día de otoño muy gris en el que se aproximaba una gran tormenta. A lo lejos se veían continuos relámpagos. Acompañados a los pocos segundos de su correspondiente trueno.

Cuatro niños de edades entre los diez y los catorce años estaban detrás del gran ventanal del comedor de la casa de Marcos. Era sábado. Se habían juntado para jugar un rato a fútbol en el jardín de su casa, pero el día, lógicamente, no era propicio para ello.

No se aburrían. Visualizaban con gran emoción el espectáculo de la tormenta. Cada vez se acercaba más al lugar donde vivían, y comentaban asombrados todos los detalles que eran capaces de captar.

— ¡Ala! ¿Has visto semejante relámpago? Debe haber caído cerca —comentó Luis.

—Parece haber caído en la montaña, ¿has visto el resplandor?

— ¡Guau! —dijo asombrado Antonio.

—Mira, empieza a llover. ¡Vaya gotas! —comentó Marcos.

Álex, era el más pequeño. Permanecía atento a todo lo que decían sus compañeros y su hermano, a la vez que no quitaba ojo del cielo. Su hermano Luis se dio cuenta de que se estaba asustando. Sus ojos lo delataban. Los tenía muy abiertos. Se apretaba a su hermano con la intención de sentirse protegido. Luis al notar la intranquilidad del pequeño se acerco totalmente a Álex y cogiéndolo por los hombros se abrazo a él.

— ¿Estás asustado? —le preguntó Luis.

Se quedó un momento callado y en vez de contestarle, le preguntó:

—Luis, ¿y si cae un trueno aquí?

—Bueno, peque, no te preocupes. El trueno es el sonido del rayo al caer. No hay peligro. Se oye a los segundos de ocurrir, no inmediatamente. De lo que tenemos que tener precaución es de los rayos, porque son los que pueden hacer mal, pero aquí es casi improbable que caiga alguno. Están los pararrayos, que los atraen. Como muy bien dice la palabra, “paran los rayos”, lo que evita que caigan en sitios habitados. Lo que no debemos hacer nunca es ponernos debajo de un árbol o cerca de él, porque los pueden atraer. Entonces sí que puede haber un riesgo, pero aquí no nos pasara nada. Tranquilo.

Álex al escuchar la explicación de su hermano se quedo mucho más tranquilo. Entraron todos en un ambiente de relajación mientras caía la tormenta. Estaban completamente sedados observando a través de la ventana. Al cabo de un rato de estar viendo cómo caía la lluvia detrás del ventanal, ésta cesó. Para sorpresa de los muchachos, vieron aparecer el arco iris en un resquicio de sol. Tenía unos colores asombrosamente vistosos. Comenzaba en el jardín de la casa de Marcos. Decidieron salir para verlo más de cerca. Iban en orden: Luis, Antonio, Marcos y Álex. Se fueron acercando, maravillados por la vistosidad del arco iris. Sin darse cuenta, se encontraron dentro de él.

— ¡Estamos dentro! —dijo Marcos.

—No puede ser —comentó Luis—. ¡Es imposible!

— ¡Pues a mí me parece que sí! —dijo Antonio.

—Mirad, parece un camino. ¡Un camino de algodón! —dijo Álex echándose a correr por él.

—Espera —le dijo su hermano—. Ven. ¡No sigas!

Pero Álex no escuchó. Siguió por el camino lleno de una gran diversidad de colores. Un azul intenso, un lila suave, un naranja que deslumbraba la visión de los niños y un rojo que aún les excitaba más para seguir hacia adelante. Todos seguían a Álex al ver que no volvía. Hicieron una pequeña fiesta de ilusión y de alegría. Corrían entusiasmados por cada camino de color. Cuando llegaron al centro del arco iris se frenaron. Se dieron cuenta de que estaban a una altura bastante importante. Visualizaban multitud de paisajes, la gran mayoría hermosos. Se quedaron bloqueados por un momento observando todo el entorno. ¿Cómo podía ser que hubiera tanta diversidad de ecosistemas? A su izquierda, frente a ellos, un paisaje quebrado por la sequía, miles de animales muertos. A su derecha, siguiendo de frente, un paisaje en el que solo se observaban grandes proporciones de agua.

Luis se giró. Los demás hicieron lo mismo. Estaban asombrados. Observaron al otro lado una gran parte de terreno lleno de naturaleza, con grandes edificios repartidos en armonía con ella. No se veían carreteras propiamente dichas. Se distinguían caminos. Estaban hechos de piedra pequeña. En medio de ellas había crecido la hierba.

En la ciudad existía una gran claridad, al igual que en todo el entorno circundante. Su cielo estaba limpio, nítido, tenía algo especial. Era como si estuviera fuera del paisaje de alrededor por la diferencia en comparación con todo lo que la rodeaba.

Siguieron mirando a lo lejos. Observaron al fondo un cielo espeso. Casi no se veía lo que había debajo, y eso que había llovido. Fijando mucho la vista pudieron ver la casa de Marcos y su entorno.

Estaban desconcertados, no podían pensar, solo observar y observar. Los más mayores descifraron un mensaje en la visión que estaban percibiendo desde el arco iris. ¡De pronto! Empezaron a sentir algo extraño debajo de sus pies. El arco iris comenzaba a perder espesor, se sentían inseguros. Se empezaba a difuminar. Notaban que la sensación de algodón pasaba a ser de inestabilidad.

Álex se asustó y le dijo enseguida a su hermano y a sus compañeros lo que estaba pasando. Era el único que se había dado cuenta de la importancia de aquello. No supieron en aquel instante lo que debían hacer. Perplejos por la situación, se cogieron de la mano.

—Agarraros todos. Tenemos que estar juntos —dijo Álex.

Ante el sentimiento de terror que sintieron los más mayores, se engancharon de las manos fuertemente. Álex, vivaz, con sus ojos buscaba una solución desesperadamente. Buscaba algo a su alrededor, no sabía qué. Pero de pronto vio aparecer a lo lejos algo que volaba. No le quitó ojo. Un haz de esperanza se abrió ante él. Siguió observando hasta que vio una oportunidad y, alzando la voz, dijo:

— ¡Uníos! ¡Rápido!

Ante la desesperación de ver que el arco iris iba desapareciendo, aterrorizados, se cogieron todos al menor del grupo. Algo se dirigía hacia donde estaban ellos en ese momento. A ese algo Álex no le había quitado ojo y seguía sin quitárselo.

— ¡Saltad, agarraros fuerte a mí! ¡AHORA!

Los mayores cerraron los ojos y siguieron las órdenes del pequeño.

— ¡AAAAAAAH! —chillaron tremendamente asustados, pensando que ése era el fin.

Pero no. Cayeron encima de algo. Algo que volaba. Tenía unas grandes alas blancas. Fue lo primero que pudieron observar. Todos se agarraron donde pudieron como si de un caballo se tratara, sin soltarse entre ellos. Una brisa fría chocaba contra sus cuerpos y sus cabellos, iban de un lado a otro y el viento les hacia cerrar muchas veces los ojos. Al ver que no caían les invadió una sensación de libertad y de tranquilidad.

Poco a poco percibieron que iban perdiendo altitud. El gran pájaro, o el Gran Ángel, que así lo llamaron, los dejó suavemente en el suelo y alzó otra vez el vuelo a gran velocidad. Casi no pudieron ver lo que era, o no supieron distinguirlo.

— ¡Gracias, muchas gracias! —dijeron todos en voz alta, totalmente agradecidos.

Sentían una absoluta gratitud por haber sido salvados de una situación de la que no sabían salir. Sintieron relajación y tranquilidad en cuanto tocaron el suelo. Estuvieron unos minutos con la vista fija en el cielo, asombrados e incrédulos por lo que habían vivido. Miraban a ver si lograban ver el pájaro que les había salvado. Pero ya no volvió a aparecer.

Se marcharon a casa y decidieron no decirles nada a sus padres por temor a una bronca. Además, pensaron que si se lo contaban no les iban a creer.

Los cuatro, con el tiempo, decidieron estudiar carreras derivadas de lo que habían descifrado en el arco iris. Ellos encontraron en todo ello un mensaje para recapacitar sobre lo que podría ser el futuro.

El mensaje que ellos vieron en lo sucedido era que, dependiendo de las decisiones o actitudes que se tomarán en la vida, incluidas las que se tomaran en relación con el entorno, especialmente con la naturaleza, irían encaminados a un bienestar propio y general o en perjuicio suyo o del lugar en el que vivían. Destruirían en ese caso la posibilidad de vida y de bienestar para el todo.

No olvidemos que nuestro planeta nos da la oportunidad de subsistir. En él tenemos todo lo necesario para vivir, lo demás lo debemos poner nosotros con nuestras actitudes y actos. Respetando, amando y por consiguiente cuidando. De ello depende el avance del ser humano o su aniquilación.

“Nuestra Tierra es una hermosa casa en la que vivimos. Muchas veces no nos damos cuenta de lo que ella nos ofrece, y deberíamos hacerlo”
Montse Cobas.

Espero os haya gustado.

"Los niños que subieron al arco iris" es una de las 36 historias que podéis encontrar en mi primer libro "Cuentos con mensaje", 👆 el cual no os darán motivo para el aburrimiento. Al contrario, encontrareis mucho deseado y que algunas veces no sabéis como lograr. ¡Con mensaje! como muy bien dice su titulo incluido.
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Un abrazo siempre desde la eternidad.


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